Clinton anuncia en Copenhague que EEUU se sumará al fondo internacional contra el cambio climático si Pekín hace públicas sus emisiones.
- Primer paso para desbloquear una negociación que sigue lejos de limitar el calentamiento
La Cumbre del Clima mira ahora a China. La secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, anunció ayer que su país se sumará al fondo a largo plazo para los países pobres de unos 100.000 millones de dólares al año a partir de 2020. Es la primera vez que EEUU habla de participar en un fondo de tal magnitud, algo que permitió avanzar la
Manuel Marín
ENTREVISTA DIGITAL - 18-12-2009- 12:00h.
Presidente de la Fundación Iberdrola y ex presidente del Congreso de los Diputados.
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negociación. Pero Clinton dejó claro que sólo lo harán si hay un acuerdo en Copenhague que incluya transparencia -citó esa palabra 22 veces en 30 minutos de comparecencia- por la parte China, que se niega a que la ONU audite sus emisiones. Después de tres días perdidos en debates estériles, la cumbre volvió ayer a la negociación normal pero puede ser demasiado tarde: los recortes de emisiones que maneja no llegan al objetivo de limitar en dos grados el calentamiento, como oficialmente buscan las potencias.
Clinton hizo el anuncio ante cientos de periodistas: "En un acuerdo fuerte en el que estén todas las grandes economías con acciones significativas de mitigación [limitación de emisiones] y en la que den transparencia completa de cómo se llevan a cabo, EEUU está lista para trabajar con otros países para movilizar 100.000 millones de dólares (70.000 de euros) al año a partir de 2020 para afrontar las necesidades de los países en desarrollo con el cambio climático". Clinton dejó claro que ese fondo debía estar centrado en "los más pobres y vulnerables", como un mensaje de que China no sería destinatario de ese dinero. Preguntada sobre la esperada presencia de
Obama en la cumbre, Clinton replicó misteriosa: "El presidente planea venir mañana [por hoy]. Obviamente esperamos que haya algo para lo que venir".
La UE había pedido ese fondo con 100.000 millones de euros -cada uno habla en su moneda, como si hubiese paridad en el cambio- aunque no está definido de dónde vendrá el dinero ni cómo crecerá entre 2014 -cuando acaba el fondo inicial ya casi pactado pactado- y 2020. Clinton explicó que el dinero debería salir de "distintas fuentes, públicas y privadas, bilaterales y multilaterales, incluyendo fuentes alternativas de financiación".
Aunque no hay nada definido, las potencias buscan fórmulas para este fondo: un impuesto sobre la aviación internacional o el transporte marítimo o destinar allí una parte de la subasta de los derechos de emisión entre las empresas. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, fue el más audaz: "¿Quién se opondría a una financiación innovadora que tase las transacciones financieras para salvar el planeta?".
Con el movimiento, EEUU no sólo traspasa los focos en China, sino que debilita su posición en el G77, el heterogéneo grupo de más de 100 países en desarrollo con intereses variopintos en el que se integra China. "China se ha escondido detrás de los países africanos y ha bloqueado la negociación. Ni siquiera acudía a las reuniones. Ahora le toca decidir qué hacer"; explica un negociador de la UE.
La mayoría de estos países llevaban pidiendo este fondo -aunque con el doble de cantidad- y ahora les será difícil respaldar la postura china. Brasil anunció que apoya "un régimen internacional transparente". "Se pueden enviar informes de emisiones cada dos años y si hubiera alguna duda el diálogo con Naciones Unidas debe ser franco. Eso garantiza una transparencia a la que estamos absolutamente dispuestos a mantener", señaló el embajador Luiz Alberto Figueiredo.
"En esta negociación hay que ir por grupos, pero está claro que los intereses de un país centroafricano y los de China ya no tienen nada que ver", explicó hace un delegado europeo sobre la situación en el G77, que comenzaba a resquebrajarse pese a la red de intereses que China está tejiendo en África con masivas inversiones.
El negociador de Leshoto, Bruno Sekoli, portavoz de los países menos desarrollados, respondió al anuncio al margen del G77: "Esta oferta trata de desbloquear una negociación complicada".
Los países ricos creen que el bloqueo de los últimos tres días ha sido en promovido por China, o que al menos que se ha beneficazo de ello. África recela de la presidencia danesa al considerar que rema a favor de los países ricos. El miércoles bloquearon la presentación de un texto alternativo de negociación preparado por el primer ministro danés, Lar Okke Rasmussen, y obligaron a seguir con los dos textos de los dos grupos de trabajo oficiales, el de Kioto y el paralelo en el que está EEUU.
El secretario de la Convención de Naciones Unidas para el Cambio Climático, Yvo de Boer, sugirió que se podría endurecer las obligaciones de información de los países en desarrollo -que envían sus informes casi cuándo y cómo quieren- pero sin llegar al exhaustivo informe que anualmente envían los países ricos y que incluye todo tipo
de consumos energéticos, de fertilizantes... En un país desarrollado muchos de esos datos ya son públicos, pero China considera que esto es una injerencia y que ese sistema destriparía su política económica. El problema chino con la contabilidad va más allá del clima.
Con el anuncio de Clinton y la vuelta a la negociación, la cumbre volvió a ser la montaña rusa propia de unos de los últimos días de una negociación internacional con 118 jefes de Estado y con implicaciones en el medio ambiente, la energía, el comercio internacional y la economía. "El teleférico hizo ayer una parada inesperada en su camino a la cumbre pero ahora vuelve a caminar", explicó un sonriente De Boer, que suele escenificar con sus gestos el estado de la negociación.
El ambiente era, sin embargo, extraño por el silencio que reina en el edificio tras la drástica restricción de acceso a las ONG, que fueron confinados en otro centro. Joaquín Nieto, único representante de una ONG española que accedió a la cumbre, criticó "el maltrato a las ONG".
El ambiente era aún más desangelado porque el pleno con los los presidentes sólo se podía seguir por televisión. Los delegados son los únicos con acceso a la sala en la que jefes de Estado y de Gobierno lanzaron discursos sobre la gravedad de la situación. El primer ministro británico, Gordon Brown, pidió acción ya: "La gente dice con razón: si podemos proporcionar financiación para salvar a nuestros bancos de los banqueros, podemos, con el apoyo financiero adecuado, salvar el planeta de las fuerzas que lo destruirían".
El iraní Mahmoud Ahmadinejad acusó a EEUU -"que tiene el 40% de los coches del mundo"- de haber causado el problema con "sus planes megalómanos". Con alusiones continuas a Dios, pidió el "retorno a los valores divinos y humanos" y defendió la nuclear -Irán tiene un más que controvertido programa atómico- como una opción ante el cambio climático. También hablaron Uribe, Lula, Alberto de Mónaco... De la mañana a la noche, con un tiempo de tres minutos que ninguno respetó, se sucedieron las declaraciones en un maratón imposible de seguir.
Sarkozy retó a los presentes a decir en la tribuna que no hacía falta transparencia internacional o que los países en desarrollo no tenían que llevar a cabo una drástica reducción de emisiones: "Si seguimos así será un fracaso. EEUU debe ir más allá de los objetivos que han anunciado incluso si eso supone un avance significativo. China no puede considerar que la transparencia compromete la soberanía". El presidete francés incluso contravino el discurso de la UE y pidió prorrogar el Protocolo de Kioto y aseguro que ésta es "la última generación que podrá frenar el cambio climático" y pidió que después de la cena un grupo representativo de jefes de Estado se quedase para negociar y presentar hoy un acuerdo. La sensación de urgencia se palpaba en la mayor parte de los
discursos. ¿Cómo vamos a volver a casa sin acuerdo después de la que hemos montado en Copenhague?, parecían preguntarse. El problema es que el texto que salga, probablemente la suma de las dos vías de negociación bajo el epígrafe de Los acuerdos de Copenhague, puede no ser suficiente para aguantar la foto.
Las propuestas de reducción de emisiones no bastan para limitar el calentamiento en dos grados centígrados, como las potencias negocian en la cumbre. La UE calcula que, incluso si aumenta su recorte hasta el 30%, el recorte de los países desarrollados estará entre el 17% y el 20% respecto a 1990. Y, según fuentes comunitarias, el plan chino considera que sólo supone un recorte de entre el 12% y el 15% respecto a la tendencia actual, lejos del 30% que le piden los países ricos. Un informe interno de la ONU adelantado por el diario británico The Guardian coincide con lo que los estudios independientes llevan meses alertando: que con los recortes anunciados la temperatura subiría tres grados. Esto, según Greenpeace, "supondría una devastación del continente africano".
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