El calentamiento global nos derrite y no exactamente de amor. Retroceden los hielos del ártico, los glaciares andinos son cada vez más escasos y el subsuelo helado de planeta podría desaparecer para fines de siglo.
Fuente: El Comercio El Dominical 08 de noviembre de 2009
Definitivamente, estos no son buenos tiempos para muchas cosas y una de ellas es para ser un oso polar. Estos emblemáticos habitantes del Ártico, o Polo Norte, ya están padeciendo las alteraciones del calentamiento global. Los estudios sugieren que su gélido territorio está derritiéndose a ritmos acelerados. La pérdida de hielo marítimo —esencial como plataforma para la captura de su alimento, principalmente focas— amenaza su supervivencia. Este hielo se derrite adelantadamente en la primavera boreal (antes que lo habitual), llevando a los confundidos osos a internarse tierra adentro, antes de haber acumulado grasa suficiente como para pasar el invierno. El deshielo, al igual que la deforestación del bosque, tarde o temprano lleva a la extinción de especies. Uno de los impactos más visibles en los osos es en su tamaño. De 1987 al 2004, en el área de la bahía de Hudson, Canadá, se han “achicado” 22%. El Ártico se ha estado calentando el doble de rápido que el resto del globo y los animales tienen cada vez menos acceso a sus alimentos.
El subsuelo que se derrite
El “permafrost” es un sistema de cimentación natural, cuyas partes más profundas datan de de la última glaciación. Cerca del 25% del suelo de los países del hemisferio norte contiene este subsuelo helado. En un proceso jamás visto, las capas más profundas de permafrost se están derritiendo. Lo que afectará a las cientos de ciudades afincadas sobre este. El Centro Nacional para Investigación Atmosférica de los Estados Unidos (NCAR, por sus siglas en inglés) calcula que —a ritmos actuales— para el 2050 la mitad podría derretirse y que para 2100 quedaría solo el 10% de él.
Su desaparición progresiva alteraría irreversiblemente los ecosistemas e infraestructura de lugares como Canadá, Alaska o Rusia, donde el colapso de la infraestructura es ya pan de cada día. El mayor peligro del derretimiento del permafrost es la liberación a la atmósfera de gas metano y CO2, intensificando aun más el efecto invernadero y con ello el calentamiento global. Esto sin olvidar el consecuente aumento en el nivel de los océanos. Sobre este tema hay ciertos datos: desde los años 30 del siglo pasado la salida de agua al Ártico creció 7% y para fin de siglo podría aumentar a 28%, con la consecuencia de inundaciones y desaparición de ciudades costeras.
¿Cumbres nevadas?
Desde 1970 nuestra Cordillera Blanca ha perdido 27% de sus glaciares. A este paso lo de “cumbres nevadas” quedará simplemente en el vals. El Perú alberga 70% de los glaciares tropicales del mundo (unos
Estas blancuras son reservas sólidas de agua dulce, crean y regulan ríos y lagunas. Las cuencas glaciares brindan variados servicios a la población: agua para consumo directo y riego, y son fuente de origen de la hidroelectricidad (cerca del 80% de la energía que nos abastece). El eventual deshielo provocaría exceso de agua para luego pasar a profundas sequías. El exceso generaría inundaciones, huaycos, aluviones y otros desastres naturales, y la sequía sería inmanejable. Así le decimos adiós al hielo. Al paso que vamos, pronto estaremos como el coronel Aureliano Buendía cuando, frente al pelotón de fusilamiento —según narra Gabriel García Márquez en “Cien años de soledad”—, recordó la tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. ¿Solo nos quedará recordar el hielo y meter nuestras cabezas en la congeladora para sentir lo que se está convirtiendo en un escaso tesoro natural?
MMMQ
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