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viernes, 30 de abril de 2010

Los hermanos que conquistaron el Huascarán

La primera expedición peruana que coronó el nevado, liderada por los hermanos Yanac, fue auspiciada por El Comercio. La ascensión, hecha en 1953, fue un acontecimiento nacional.  
El Comercio, 25 de abril 2009                                   
Por Carlos Batalla
La ascensión al Huascarán se planificó con tiempo y se hizo en homenaje al aniversario patrio. El Comercio designó a César Morales Arnao, su corresponsal en Huaraz, como director técnico de la expedición. Lamentablemente, él no pudo escalar como hubiese querido debido a una lesión en un pie. Pero todo estaba preparado para que los hermanos Yanac y su equipo asumieran el reto el sábado 1 de agosto de 1953. Desde la localidad de Mancos, a 7 kilómetros de Huaraz, seis expedicionarios se encaminaron hacia el punto más elevado del nevado andino.
Apolonio, Guido y Pedro Yanac, Fortunato y Felipe Mautino, y Macario Ángeles fueron los experimentados escaladores. Varios de ellos ya habían participado en proyectos similares con equipos extranjeros. Pero esto era distinto. Era la primera vez que se juntaba un grupo de peruanos para conquistar su propia montaña, la más alta del país.
A las ocho de la mañana iniciaron la marcha. Desde Mancos, con catorce acémilas cargadas con carpas, mochilas, colchones de aire y el equipo indispensable, arribaron a la estancia de Musho, desde donde subieron hasta los cinco mil metros de altura. Los acompañó hasta ahí el corresponsal Morales Arnao.
Ubicados literalmente en las faldas del Huascarán, dejaron las acémilas y se dividieron el equipaje. Los relojes marcaban la una y media de la tarde, y se dirigieron al campamento-base, ubicado en el glaciar Raimondi. Desde allí marcharon el domingo 2, a media mañana. Mientras tanto, Morales Arnao regresaba a Mancos, donde había de declarar que el equipo de escaladores estaba bien y que en dicho campamento-base permanecería un grupo de auxilio.
El corresponsal de El Comercio detallaba, además, que el equipo estaba atado a una cuerda de enlace, que encabezaba Apolonio Yanac, al cual seguían Fortunato Mautino, Guido Yanac, Macario Ángeles, Pedro Yanac y Felipe Mautino.
LAS PRIMERAS LUCES
A las siete de la noche irrumpió la primera señal luminosa acordada. “Todo marcha bien, avanzamos sobre terreno plagado de grietas profundas, a las 5 p.m. de hoy establecimos nuestro vivác a 5.700 metros de altura, mañana trataremos de llegar hasta el pie de la garganta”. El código lumínico hablaba por sí solo.
Estas luces tan significativas se vieron también en Yungay y Ranrahirca, lo cual tranquilizó a la comunidad que seguía la escalada. El Comercio no dejaba de informar, y ya para el lunes 3 había dedicado notas y crónicas con una amplia cobertura gráfica. Casi todo el Perú sabía quiénes eran los valerosos andinistas que habían asumido el reto de conquistar el Huascarán.
Pero la travesía no era fácil. Ese lunes solo avanzaron doscientos metros. Precipicios y grietas acompañaban el recorrido. Pese a ello, los intrépidos andinistas no cejaron en su empeño. En Mancos y en Yungay, el Decano había instalado en los locales municipales dos grandes telescopios para que los vecinos pudieran seguir el trayecto de los montañistas.
Ya estaban al borde de los seis mil metros de altura. Morales Arnao informaba sobre los avances y no dejaba de indicar el peligro latente en la aventura. “A la 1 de la tarde iniciaron el ataque a la muralla que da acceso a la garganta”, advertía. Para hacerlo tuvieron que utilizar sus grampones y picotas, puesto que ya no tenían las clavizas, especie de clavos para picar el hielo y usarlos como escalera, indicaba Morales Arnao en su nota del martes 4.
El riesgo era enorme. Un mal paso, un descuido o un gesto de cansancio en ese trance hubiese cobrado la vida de cualquiera de ellos. Tres horas duró la angustia y la lucha contra la naturaleza hasta que se logró superar la inmensa muralla.
En Mancos y Yungay percibieron, a las siete y cuarto de la noche, los avisos luminosos de la expedición. Pero no solo eso: también observaron los pobladores un cohete con una luz blanca, que los hermanos Yanac habían lanzado como si fuese una estrella fugaz. Estaban en la zona de la garganta del Huascarán y al día siguiente acometerían la cumbre sur.
EN LA ANSIADA CIMA
Y la meta se cumplió al día siguiente, el martes 4, poco antes del mediodía. El pico sur, el más elevado, fue vencido. Primero llegaron los tres hermanos Yanac y Fortunato Mautino, quienes colocaron en la cima, por primera vez en la historia, una bandera peruana. La emoción de verla flamear fue indescriptible. Esperaron unos minutos a los rezagados, Felipe Mautino y Macario Ángeles, y juntos cantaron el himno nacional. “La visión —cuenta Fortunato Mautino— era impresionante”.
Apolonio Yanac confesó a El Comercio que colocaron en la nieve “las seis piezas de madera que llevábamos para el asta y plantamos la bandera con gran emoción, flameando nuestro pabellón a gran altura y con enorme majestad. Nos abrazamos alborozados”. Los Yanac y sus colaboradores lograron llegar a la meta en tres días. Todo un récord.
VIAJE DE RETORNO
El descenso fue lento. El miércoles 5 bajaron por la garganta, pero se les perdió de vista. La noche anterior los andinistas no habían hecho las señales de luces, lo que preocupó en un principio a pobladores y autoridades. Pero nunca se perdió la confianza. En la tarde se los pudo divisar nuevamente mientras bajaban del nevado a paso firme.
La expedición, cuyos miembros pertenecían al Grupo Andinista Cordillera Blanca, llegó a Mancos el jueves 6 antes del mediodía. Los seis retornaron como vencedores y fueron llevados en hombros hasta el local municipal, donde el corresponsal de El Comercio y organizador de la expedición, César Morales Arnao, los presentó como lo que eran: un puñado de peruanos ganadores.
Se arrodillaron delante de la iglesia matriz y agradecieron al Señor de la Soledad por el éxito. Con ayuda del telescopio de El Comercio, los seis pudieron ver la misma bandera que dos días antes habían izado en la cumbre más alta del país.
Mucho afecto, respeto y admiración recibieron también en Carhuaz y Huaraz. Serían, por mucho tiempo, los héroes del pueblo peruano.

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